Hepatitis tóxica: Afección no infecciosa por la exposición a sustancias químicas que dañan el hígado. Principalmente causada por el alcohol, que cuando se convierte en alcoholismo, a menudo conduce a la cirrosis, un reemplazo de las células hepáticas sanas por tejido cicatricial.
Hepatitis infecciosa: La más común es la hepatitis C. Normalmente, la mayoría de los pacientes se recuperan completamente, pero algunos progresan a la hepatitis crónica y, a veces, a la cirrosis. El mal funcionamiento del hígado hace que no pueda filtrar y eliminar toxinas, ayudar a la digestión, regular la composición química de la sangre, procesar y almacenar nutrientes y realizar otras funciones vitales.
Hepatitis crónica: Algunos casos anteriores se convierten en crónicos, que son tratados con esteroides o interferón, medicación que debe sopesarse frente a sus efectos secundarios.
En el caso del hígado graso, las proteínas del suero se han mostrado efectivas en humanos para lograr mejoras en las pruebas bioquímicas del hígado, el glutatión en sangre y la esteatosis macrovascular (acumulación de grasa en los vasos sanguíneos del hígado).
El glutatión en el hígado es crucial. Este órgano, el más grande y uno de los más complicados del cuerpo, está sujeto a una variedad de factores que afectan tanto su salud como su enfermedad. El GSH es un componente clave en el adecuado funcionamiento hepático. Los niveles bajos de GSH aumentan el riesgo de diversas enfermedades toxicológicas e inmunológicas, lo que puede derivar en hepatitis. Por el contrario, niveles altos de glutatión ofrecen protección contra estas enfermedades.
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